El animal humano requiere de largos años de aprendizaje (aculturación, socialización) para llegar a ser humano. Somos un ser abocado a la acción y la acumulación de experiencia (humana); un ser previsor que anticipamos y nos proyectamos en el futuro, y un ser no acabado, porque hacernos humanos no tiene un final (A. Gehlen). Los humanos tardamos entre una y dos décadas en adquirir la autonomía necesaria para movernos por nuestros mundos sociales. A diferencia de los llamados “hábitats naturales” (ecosistemas), los mundos humanos, tan plurales y tan diversos, a menudo cambian a gran velocidad y su naturaleza, lo que son, depende de nuestras interacciones-de nuestros vínculos-y de nuestras acciones en el entorno.

Hacerse adulto, hacerse un ser social, conlleva este largo aprendizaje en el que un elemento importantísimo es saber ponerse en el lugar del otro. Ponerse en el lugar del otro es saber interpretar su mente y sus sentimientos. “Sé que tú sabes que yo sé” (la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo) y simpatizar con el otro (“saber que siento como tú sientes” o “sentir que siento como tú sientes”). Lo que llamamos “tener experiencia de la vida” no es otra cosa que este proceso que nos permite entender a quienes nos rodean y actuar conjuntamente. Es evidente que los vínculos emocionales juegan un papel fundamental en este proceso que tiene lugar a lo largo de la vida pero que en la infancia tiene un momento fundamental, guiados por la experiencia (humana) de los “otros significativos” (padres, hermanos o seres más cercanos). Acumular experiencia, conocer el mundo en el que vivo, implica para los humanos un aprendizaje conjunto. Sólo podemos reconocer las emociones que sentimos junto con los demás (que nos enseñan el nombre y el contenido de eso que sentimos). De hecho, este aprendizaje nos liga indisociablement a los demás, compartimos un mundo de significados y aprendemos a reconocer lo que es valioso. Seguramente, sin emociones las cosas y las personas no nos importarían demasiado. John Elster afirma que las emociones son la materia de la vida, el vínculo más importante entre las personas y lo que nos ata a las cosas.
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